Tara Donovan




El arte producido a base de "objetos encontrados" (sean éstos sólidos, sonoros, fotográficos...) podría parecer un campo agotado desde la época heróica del Arte Pop: en general, el uso de gadgets de la vida cotidiana ha sido abordado desde posturas conceptuales en las que el objeto era desposeído de sus condicionantes físicos hasta ser reducido a su condición referencial, icónica, al campo del sentido. No obstante, artistas como la neoyorkina Tara Donovan producen piezas artísticas a base de objetos cotidianos buscando un objetivo inverso: cancelar el sentido y potenciar únicamente las condiciones materiales.
Desde ese vaciado semiótico de significación, y mediante un proceso parsimonioso de repetición y diferencia, Donovan produce espacios abstractos donde cada objeto construye un campo topográfico atomizado, con cierto regusto purista, pero donde parace primar la sensación de infinitud e ingravidez propia de una metafísica materialista a la que la matemática sigue siendo su aliada más desconcertante. Los materiales utilizados (generalmente plásticos de poco espesor en objetos de usar y tirar) resultan en una plástica que alguien llamaría surrealismo científico, donde las cualidades de los objetos más cotidianas son rescatadas de su aparente vulgaridad y dispuestas en un universo que parece buscar un nuevo canon para lo sublime.


Three Cubes Colliding




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La pieza "Three cubes colliding", diseñada por el colectivo formado por Sash Reading, Heather e Ivan Morrison, es una escultura kinética pensada para interactuar con el viento a modo de cometa. Construída mediante más de 1700 piezas tridimensionales de plástico y nylon, busca actualizar los fundamentos de esta tradición escultórica (que busca la armonía entre tecnología y naturaleza a través de objetos cinéticos animados por energía terrestre) a través de un lenguaje contemporáneo serial, inmaterial y de una abstracción amable. Una plástica que en otros tiempos estaba asociada a estrategias minimalistas que buscaban la otredad del objeto-en-sí, pero que con el paso del tiempo y su consiguiente familiaridad, invoca una utopía ecológica de objetos limpios y fuertemente sensoriales. Una gran obra por parte de un brillante colectivo vinculado al arte efímero.





David Maljkovic




David Maljkovic


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Es posible que en realidad no haya habido realmente una deconstrucción en arquitectura: el deconstructivismo parecía obviar el fundamento fenomenológico de aquel movimiento cultural, reduciéndolo a un caligrafía de exotismos y abstracciones eruditas, sin llegar jamás a poner en jaque al espacio euclidiano al que supuestamente le buscaban las costuras. El método de Derrida daba voz a una voluntad inquisitiva respecto a las trampas de las representaciones clásicas, que seguramente ha encontrado más fortuna en otros campos.
Las elegantes y arriesgadas imágenes urbanas del croata David Malijkovi pueden ser entendidas como afines (quizás involuntariamente) a la deconstrucción derridiana, aquella lanzada a la aventura de des-realizar la coherencia de lo verdadero, a sobrevivir en el paisaje fraturado que emerge de las esquirlas de un texto hecho ahora añicos. Sus composiciones ucrónicas y atópicas, densas e incómodas, reformulan las interzonas urbanas de Zagreb a través de evocaciones fragmentarias e imprecisas donde el brutalismo de la vivienda colectiva establece un paisaje simultaneamente utópico (por los sueños de lo que un día quiso ser) y distópico (en la crudeza de su realidad). Interesantísimo su trabajo, de una excepcional riqueza y sobriedad en su búsqueda de nuevas representaciones del espacio vivencial.


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